En España hay cierta sensibilidad y conciencia sobre los conflictos del pueblo saharaui con el gobierno de Marruecos. Puede que en parte se deba a la presencia de este país en esta zona hasta hace pocos años y a su abandono. El camino hacia el sur atraviesa estas tierras inhóspitas a ojos de un europeo, preguntándote a cada paso qué puede llevar a una persona a vivir en esta parte del planeta. Sin embargo, poco a poco el ambiente te va envolviendo, sus paisajes monótonos a la vez que cambiantes por la acción del viento, sus colores y, al contrario de lo que podríamos pensar, por la cantidad de vida que acoge el Sahara.
Y como todos sabemos, donde hay vida, debe haber agua. ¿Y entonces?…pues sí, hay agua, y más de la que podemos imaginar, ya que en las zonas habitadas no es difícil excavar un pozo para encontrar agua a unos 3 o 4 metros de profundidad…todo un descubrimiento para los que tenemos la idea de que no habría forma de encontrarla.
A esta riqueza natural se unen sus gentes. Las dos noches que pasamos en pequeñas ciudades del Sahara Occidental fueron muy acogedoras, no sólo por las casas en las que nos acogieron sino por el trato que nos dieron. En Tan Tan, Mohammed y su familia nos explicaron y enseñaron cómo se vive en una casa en el Sahara, con sus inconvenientes y sus comodidades. Él, profesor de secundaria y árabe y ella, Selka, ama de casa saharaui, que nos deleitó con una cena y desayuno que nos supieron a gloria. Eso sí, comiendo con la mano derecha y todos de un gran plato central, algo de agradecer cuando te toca fregar los platos.
La siguiente noche paramos en Boujdour, donde Ali, un encantador bereber nos explicó la situación actual de esta etnia (amazir) mayoritaria en Marruecos y en muchos de los países del Sahel y nos cedió su casa sin conocernos de nada. Así te enteras de cosas como que el gobierno marroquí, cuando la comunidad internacional comenzó a presionar para convocar un referéndum para la independencia del Sahara Occidental, envió a miles de marroquíes de las clases más bajas a este territorio dándoles casa y un salario mínimo con la condición de que votaran en contra si éste se convocaba. Hoy en día, estas personas siguen viviendo en los pueblos y ciudades del Sahara cobrando del gobierno.
Tres etnias, tres culturas y una misma y encantadora costumbre de ser hospitalario.
Es en estos casos en los que te das cuenta que viajar es mucho más de lo que solemos entender cogiendo un avión y haciéndonos fotos en los rincones más pintorescos, sino sentarte a charlar e intentar comprender otras formas de vida y sentirte como en casa.
Genial vuestros comentarios. Los disfruto muchísimo, me hacen transportarme allí y vivir vuestras experiencias al menos un poquito. Seguir pasándolo bien y contándolo para que nos podamos abstraer de nuestra burbuja occidental… Un fuerte abrazo a los dos.